Cómo desastres y maravillas naturales se convirtieron en anécdotas de viajes sensacionales
Parte 1
Un volcán hace erupción y nace una aventurera
El momento que supe que estaba destinada a ser una viajera fue cuando un volcán hizo erupción por mí. En serio. Hizo erupción para que pudiera cumplir mi sueño de ver la Aurora Boreal. Y fue así como nació una vida de aventura.
Déjame retroceder un poco.
Cuando celebré mis 21 años en la Tierra en Alaska
Era marzo del año 2009 y estaba caminando, de un lado a otro, sobre la alfombra del hostal más acogedor que he visitado, Billie’s Backpacker Hostel en Fairbanks, Alaska. Era mi tercera y última noche en Alaska, un viaje que tomé sola para celebrar mi cumpleaños número 21. Cuando empecé a planear mi viaje me puse dos metas: cruzar el círculo Ártico y ver la Aurora Boreal.
La primera meta se logró fácilmente al reservar un tour guiado de un día para viajar a lo largo de la autopista Dalton y explorar el Ártico. Cruzar el círculo Ártico es abrumador-, literalmente estás en la cima del mundo. Además, el clima es tundra alpina—algo que definitivamente no tenemos en México.
El área es sumamente vasta y no hay nada ahí, nada. Me tomó un tiempo empezar a creer lo que estaba viendo. Después empezó a hacer un frío tan fuerte, con ráfagas de viento entre 48-64 km/h (30-40 mph) a una temperatura de -28°C (-20°F), que tuve que escapar hacia la camioneta. Sin embargo, primero firmé mi nombre y la fecha en la parte posterior del señalamiento, como cientos lo habían hecho antes de mí.
Cuando vi la Aurora Boreal en Fairbanks, Alaska
Mi segunda meta está fuera de mi control. Estaba bajo el control de la Madre Naturaleza. Para mi última noche, ella no había cooperado. Las pocas personas que se estaban quedando en el hostal (residentes de Alaska que andaban de paso) sabían de mis metas y compartían mi decepción. Ellos salían conmigo en la noche a ver el cielo y buscar algún rastro de la Aurora sin tener resultados.
Fue entonces cuando el destino tomó cartas en el asunto y el volcán Redoubt hizo erupción entre el 22 y 23 de marzo de 2009. Todos los vuelos, incluyendo el mío, fueron cancelados y me tuve que quedar en Fairbanks una noche extra. Esa fue la noche que vi la Aurora Boreal.
Todo comenzó como una tenue luz blanca en el cielo. Después de 40 minutos era un verde brillante y media hora después se había convertido en un listón verde bailando en el cielo y cambiando de forma cada segundo, yendo de horizonte a horizonte. Tenía que estirar mi cuello para verla completa. La temperatura estaba muy por debajo de 0°C y ni mis botas de nieve ni mi chamarra para esquiar eran suficientes para mantenerme caliente. Sin embargo, perseveré. El espectáculo duró poco más de una hora y fue la hora más mágica y más helada de mi vida—hasta mis dientes castañeaban.
¿Acaso soy tan arrogante que creo que una fuerza misteriosa alteró el universo para que pudiera cumplir mi sueño? Parece que sí [risa tímida]… Para bien o para mal. Algunas personas viven toda su vida sin contemplar tales maravillas. Yo tuve más que suerte—era mi destino.
Parte 2
Cuando un evento deportivo se convierte en una situación de supervivencia. Más o menos...
Avancemos rápidamente al año 2016.
Me estaba congelando de nuevo mientras jadeaba por aire y trataba de mantener a flote. A dondequiera que mirara sólo veía oscuridad. Podía escuchar crujidos y movimientos inquietantes en la orilla del río. Sin embargo, estaba más preocupada por las cosas desconocidas que estaban tocando mis pies, ocultas e invisibles debajo del agua. ¿Podría atorarme en las hierbas? La escena del lago en la película de Harry Potter y el Cáliz de Fuego se me vino a la menta. Traté de recordarme que me encontraba en un lugar seguro, rodeada de gente y que se suponía que esto era divertido. Divertido. ¡¿Por qué diablos había pensado que un evento de nado nocturno en río sería divertido?!
A pesar de que sentía que estaba perdida en el Amazonas, estaba en Las Estacas. Si eres del área metropolitana de la Ciudad de México, has escuchado del lugar. Es un tipo de parque acuático y hotel construido en torno de un hermoso río de aproximadamente 1K de distancia. El agua es cristalina, fría para los estándares mexicanos (21°C/70°F) y está libre de criaturas come-humanos. Mi pareja, Dexter, y yo nos habíamos inscrito a nuestro primer evento de nado a la luz de la luna llena, el cual incluía una noche de campamento. Dado que era el primer campamento de toda mi vida pensamos que un área de campamento fresa y bien cuidada sería una buena forma de introducirme al concepto.
Los participantes debían nadar todas las vueltas con y en contra de la corriente que pudieran durante el tiempo límite. La máxima distancia era 6K y yo estaba planeando hacer 4K. Después de los primeros 10 minutos en mi vuelta en contra de la corriente me di cuenta de que eso no iba a ser posible. Me las ingenié para hacer una vuelta y media de cada lado, resultando en un total de 3K. Muy respetable.
Cuando Dexter terminó sus 4K estaba temblando tan fuerte que casi lo tuve que cargar a nuestra tienda de campaña. Cuando llegamos, se estaba acalambrando tan feo que casi no se podía parar. Aun como un experimentado ultra maratonista, él nunca había tenido tanto frío antes. Fue muy desconcertante. Una vez que se calentó, nos miramos, exhaustos y muertos de hambre. Nos dimos cuenta que nuestro escape suponía ser “divertido” y relajante y no lo había sido.
La siguiente mañana, nos consentimos comiendo todo lo que pudimos en el desayuno buffet. Decidimos que la experiencia había sido una oportunidad de practicar nuestras habilidades de supervivencia, o algo que similar que suene padre. Cuando miré alrededor del parque en plena luz del día me di cuenta que era un ambiente muy mimado y no tenía nada que ver con lo que mi mente había maquinado la noche anterior. Y aún asó fue una gran aventura.
La moraleja de la historia
¿Por qué estoy compartiendo estas experiencias tan distintas?
Creo que el viajar ayuda a abrir la mente a nuevas perspectivas, a veces por voluntad propia, otras en contra de nuestra voluntad. Desencadena ese bicho viajero, curioso e temerario, si te das la oportunidad. Tu aventura puede ser tan digna de Instagram como mi cuento de la Aurora Boreal o tan inesperada como mi fantástico nado nocturno durante mi primer campamento.
Tú decides.
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